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Un magistral y jubiloso concierto ofreció la virtuosa Anastasiya Petryshak

 

*Acompañada por la OSSLA, interpretó Las Cuatro Estaciones, de Vivaldi, y otras piezas, en el inicio de la Temporada SAS ISIC 2025

Culiacán, Sin.- Fragoroso em la tormenta del Invierno, letárgico en la siesta del Verano, exuberante en el florecer de la Primavera, festivo en las vendimias del Otoño, el violín de la ucraniana Anastasiya Petryshak se expresó triunfal en una virtuosa interpretación de Las Cuatro Estaciones, de Antonio Vivaldi, el genio renacentista de la música, cuya obra sigue tan fresca y popular como cuando la compuso.

Con una presentación única, en un Teatro Pablo de Villavicencio totalmente lleno aun con el alto costo de los boletos, con la magistral dirección como invitado del Mtro. Ignacio Pesqueira, el concierto fue de lujo, digna apertura de la Temporada 2025 de la Sociedad Artística Sinaloense y el Instituto Sinaloense de Cultura, con momentos sorprendentes y con bellísimos encores que, aunque no estaban en la lista, sí estaban preparados precisamente para sorprender.

Acompañada por la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes, y con una pantalla al fondo y en lo alto del escenario, proyectando escenas alusivas a cada una de las estaciones, el programa abrió con una explicación del maestro Pesqueira a cada una de las dos piezas anunciadas en el programa, aunque de tan conocidas, no requerían explicación.

La Pequeña Serenata Nocturna, de Wolfgang Amadeus Mozart (Austria, 1756-1792), que fue interpretada solo por la Orquesta en sus cuatro movimientos, y cuyo acorde inicial se escucha hasta en (los anuncios de) la sopa, o que es incluida en grabaciones de Mozart para bebé, dizque para que salgan más inteligentes.

Y lo más esperado, porque es una pieza evocativa que, quien la escuchó una vez solo espera volver a oírla, y escucharla en vivo es ambrosía, Las Cuatro estaciones, de Antonio Vivaldi (Venecia, 1678-1741), en cuya presentación previa, el Mtro. Pesqueira dijo lo que ya se sabe: que son cuatro conciertos, cada uno dedicado a las estaciones del año, y para cuyo desarrollo escribió algunas notas -otros dicen que es un poema- y es música descriptiva (figurativa, dirían en pintura) en la que retrata situaciones y paisajes de cada época del año.

Divertido el mano a mano que entabla la virtuosa solista con la concertino de la Orquesta Olena Bogaychuck, ucranianas las dos, al inicio de la primavera, en la parte en que los instrumentos imitan el canto de los pájaros.

Y luego el recorrido por cada uno de los pasajes, en los que basta dejarse llevar por la imaginación e identificar las imágenes a través de la música; y el violín se escucha alegre en la Primavera, tormentoso u opresivo en el Verano, festivo en el Otoño y tétrico y titiriteante en el Invierno, reproduciendo tormentas, cacerías, siestas, el fluir incesante del agua, el pausado caer de la lluvia, tambaleantes carreras sobre el hielo

Tras los intensos aplausos finales de pie, la artista regresó para regalar el primero de tres encores: Una límpida versión de la Meditación, de Thais, de Jules Massenet; una repetición de la fragorosa tormenta del Invierno, y para rematar, Melody, de Myroslav Skoryk (de la película The High Pass).

Obvio decir, los aplausos menudearon sin respetar ni los espacios entre movimientos, lo cual suele reflejar el mucho público nuevo que asistió, pero a la vez, que ninguno dejó de disfrutar cada momento del programa, accesible, jubiloso y muy bien selecto.

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