*Participan los escritores Juan Esmerio Navarro y Jesús Ramón Ibarraen un triálogo celebrado en el Centro Sinaloa de las Artes Centenario
Culiacán, Sin.- El tema Libros, revistas, lectores, fue abordado la tarde de este martes en el Centro Sinaloa de las Artes Centenario del Instituto Sinaloense deCultura, en un conversatorio en el que el escritor y editor Juan Esmerio Navarro y el poeta y editor Jesús Ramón Ibarra vertieron sus experiencias de alrededor de 40 años en el tema, con la presencia de Adalberto García Santana como moderador.
Lo anterior, dentro del ciclo de conversatorios Triálogos: Rituales, lenguajes, prácticas 3 de 3, organizado por la Dirección de Patrimonio Cultural del ISIC, y en un acto en que se abordó desde la experiencia lectora, la evolución de la edición de libros, su distribución en el ámbito local, y otros tópicos.
En su participación, Jesús Ramón Ibarra comentó que la lectura, tiene que ver mucho con el despertar de una conciencia crítica, cuando siendo adolescente empiezas a establecer toda una serie de sistemas de reflexión o a llevar las observaciones o tu lectura más allá de donde te indica el texto: “Es comenzar a preguntarte cuestiones que tienen que ver con el proceso de cómo se escribió el libro”.
Agregó que a partir de allí, hay otra pregunta que se establece a partir de la necesidad como lector o consumidor de libros: qué es lo que me gusta de uno u otro autor, por qué prefiero a Lewis Carroll y no a Balzac, y esto sin demeritar la obra de uno u otro. Eso, dijo, es iniciar una conciencia crítica.
Por su parte, Juan Esmerio Navarro habló sobre la evolución del mercado de libros, y recordó que, en estos 40 años como lector, antaño debíamos ir a la Ciudad de México o a Guadalajara a buscar o encargar libros, y ahora basta con pedirlos a Amazon.
De su experiencia como lector, dijo que en su caso fue una suerte de chispazo, mediante un curso de verano allá en Mazatlán, a partir del cual me sugirieron lecturas y llegamos a conformar una red lectora que aún sigue en la actualidad, de amigos que nos prestamos libros o nos los regalamos.
Habló también de su experiencia como editor, desde los días en que entregaba los textos a una imprenta para que ahí se encargaran del proceso, al momento en que se dedicó a dar forma y maquetar los libros, en una mesa de luz, con tipografía que se recortaba con un cúter a la luz de una lámpara, lo cual ha sido sustituida desde hace años por un paquete de diseño digital.
Se refirió además al embodegamiento de libros o de su larga permanencia en los estantes de librerías, y dijo que por lo común, un autor presenta un libro ante 70 personas, vende 30 volúmenes de una edición de mil ejemplares, y ahí quedan durante diez años, y lo curioso es que cuando se quiere una reedición no hallas un solo ejemplar.
También se refirió a la necesidad de establecer convenios con instituciones que tienen los libros editados en Sinaloa –en México o el extranjero– “para tener esos repositorios digitales, porque ahora que estamos sacando una segunda edición de un libro de Antonio Nakayama, los tenemos que buscar en otras partes pues ni los que producimos los libros tenemos nuestros propios repositorios”.